lunes, 14 de julio de 2014

Grandes inventos olvidados de la humanidad

     Amigos y amigas como están, espero que bastante bien, espero que estén hartados de vino, gordos como vacas y brutos como ustedes solos, así que bueno, comencemos.
      Desde los albores del tiempo, el ser humano, ha vivido olas y olas de cambios, los cuales han desencadenado una serie de desafortunadas adversidades que joden como solos a los más débiles, y esto se llama creatividad, así es, es aquel motor etéreo, cuatri cojonudo que nadie puede derrotar, ni nadie puede detener, es así, y lo seguirá siendo, porque también está el caso de que la naturaleza humana en su máxima virtud es esa misma máquina de vapor, es así como la creatividad es el artilugio, el cual siempre sirve para salvarse en los momentos más difíciles y hasta para asombrar a un grupo de personas, ahora bien, sin más, es hora de mostrar:


 Grandes inventos olvidados de la humanidad

                    

                             Los primeros submarinos
       “De la antigua Grecia a los experimentos de Monturiol y Peral”

      Al hombre le han intrigado siempre los misterios del mundo submarino. En la antigua Grecia, Aristóteles, Arquímedes y otros sabios nos hablan de experimentos con campanas sumergibles. Los esquimales sintieron también la misma curiosidad: se dice que en la catedral de Asloe (Oslo) había en 1505 dos pequeños submarinos, construidos con pieles de foca, traídos 150 años antes por el rey Haakon de una expedición militar a Groenlandia.
     
           
           Relatos del siglo XVII hablan de barcos de guerra turcos atacados por tribus de cosacos que emplearon submarinos a remo. Hacia 1620, el holandés Cornelius Van Drebel construyó una embarcación de madera forrada de cuero engrasado, que la hacía impermeable, y con la que navegó a cinco metros de profundidad.
     

          En 1776, el estadounidense David Bushnell construyó el primer submarino utilizado como arma de guerra. Se trataba del Turtle, con el cual se intentó sin éxito colocar una bomba en un barco británico durante la guerra de independencia de los Estados Unidos.
    



           El paso siguiente también se dio en los Estados Unidos y asimismo en contra de Gran Bretaña. En 1800, Robert Fulton construyó el submarino Nautilius, que quiso vender a Francia, enfrentada a la sazón con Inglaterra. Se realizó una demostración impresionante, completada con la explosión de una mina, pero los franceses no llegaron a interesarse.
     

       
          A mediados del siglo antepasado el español Narciso Monturiol proyectó e hizo construir un sumergible de siete metros de longitud, que tenía forma de pez, cámara cilíndrica y capacidad para seis tripulantes. Le dio el nombre de Ictíneo y en 1859 logró con él una profundidad de 10 metros y un tiempo total de inmersión de más de dos horas. Posteriormente construyó un nuevo Ictíneo perfeccionado, propulsado por dos motores de vapor, con el que alcanzó 30 metros de profundidad y pudo maniobrar durante ocho horas.
     


           Otro pionero español de la navegación submarina fue Isaac Peral. En 1888 botó el submarino bautizado con su apellido. Se sumergió durante más de una hora e impulsado eléctricamente logró navegar cuatro millas a 10 metros de profundidad. El experimento despertó enorme entusiasmo popular.
     


           La mayoría de estos primeros ingenios tenían bajo el agua un radio de acción muy limitado, pues las reservas de aire se agotaban en seguida. La solución llegó en la década siguiente a 1880, con la invención de los motores eléctricos.




Barcos de Velas Giratorias

“En los años 20 se quiso volver a la fuerza del viento”


     En 1925 el mundo de la navegación marina se conmovió profundamente ante la aparición de unos barcos que se movían mediante extraños y gigantescos cilindros verticales. Los alemanes, sus inventores, pensaron en haber revolucionado el transporte marítimo.


     La inusitada idea del barco de rotores se debe al ingeniero alemán Anton Flettner, que se inspiró en ciertos experimentos  llevados a cabo en 1922 en la Universidad de Gottinghen. Flettner descubrió que la presión del aire sobre un cilindro giratorio era mucho mayor que la ejercida sobre un cilindro estático y decidió aplicar este principio a la navegación.


     Los barcos tenían dos cilindros rotores, accionados por sendos motores instalados en sus bases. Cuando giraban a una velocidad cuatro veces mayor que la del viento, la presión sobre ellos era 15 veces mayor que la ejercida sobre una vela que presentara la misma superficie.


   La idea vino del deporte
    

    Antes de que nadie aplicara este principio a los barcos, los jugadores de pelota conocían este fenómeno y lo aprovechaban en su propio beneficio. Los jugadores de críquet lanzan la pelota con un movimiento de rotación, para que al contacto con el aire describa una trayectoria falsa. Los jugadores de tenis engañan al adversario con el giro de la pelota y muchos otros deportistas se valen del mismo ardid.

     Se decía que el barco de rotores era más rápido que los veleros, de mantenimiento más barato y de manejo más sencillo. Salía airoso de las tempestades sin otro medio que sus pequeños motores de gasolina. Un barco de vela ordinario necesitaba arriar todo su trapo y detenerse durante un huracán, mientras el barco de rotores proseguía su navegación. En travesías trasatlánticas los barcos de rotores alcanzaban velocidades de 17 nudos. Eran embarcaciones pequeñas de unas 600 toneladas, cuyos dos cilindros de 20 metros de altura y tres de diámetro, parecían enormes chimeneas.

   

     Sin problemas de mantenimiento




    Los entusiastas de los barcos de rotores auguraban, para el nuevo invento, un porvenir fulgurante e inmediato. Según ellos el procedimiento se extendería a toda la navegación marítima, debido a sus ventajas sobre los barcos de vela: la economía y la sencillez.


      En cuanto a mantenimiento, el barco de Flettner era un 80 por ciento más económico que el de vela. Mientras se requerían varias docenas de marineros para atender a las velas, un solo hombre podía controlar los rotores. Además, el barco de rotores maniobraba con mayor facilidad y rapidez.


     Pero la técnica adelanta en ocasiones de modo imprevisible y antes de 20 años estos barcos revolucionarios se desguazaron para chatarra. En todos ellos se producían problemas mecánicos por la incesante vibración de sus rotores, y no resultaban de entera garantía por su dependencia del viento.

   


           Hasta la orilla con pedales
   


     Cuando se desarrolló la bicicleta, muchos inventores trataron de aprovechar su sistemas de pedales y cadenas para mover otros vehículos.


     Uno de los más notables apareció en 1895: se trataba de un bote individual salvavidas accionado por pedales y diseñado para caso de naufragio. La idea partió del francés, François Barathon, y consistía en un cuenco de metal, que sostenía un cojín de goma hinchable, unido todo ello a un mecanismo cierta complicación.
   

        El sobreviviente se sentaba en el cojín, que le mantenía a él y a su máquina a flote, y con las manos y pies movía un sistema de biela y manivela. De este modo hacía girar dos hélices: una situada debajo, que mantenía la estabilidad, y otra, detrás, que actuaba de elemento propulsor.


             Bueno amigos y amigas, espero que les haya gustado este post, ojala no olviden seguirme, darme likes, dejarme comentarios, denme like en mi fakebook coño El Dierio de Valor, en mi twitter también coño @VBarratan, verga, no olviden a su blogger coño, sigan leyendo y hasta la próxima!

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