Saben, algo que quería que supiesen mis
lectores es una característica mia y es la mala leche.
En el episodio de hoy (música de Superman
de los años 40’s)
El otro día, una vieja me gritó en un Mcdonald’s
Así es amig@s, todo empezó cuando estaba
viendo en mi cuarto a unas hormigas saqueando pedazos de yogurt de un envase,
es ahí cuando un atisbo, un frenesí de diarrea líquida eyacula en mi mente,
tengo hambre, así me levanté de mi trono de miel de avispón y fui al Mcdonald’s
más cercano, porque claro, no iba a cocinarme mi propia comida, obvio que no,
esa maniobra de emergencia es solo en casos extremos de crisis, pero bueno, mi
historia en este cagolitroso capítulo de mi vida las cosas empezaron así, yo
acababa de llegar a un Mcdonald’s cercano a mi casa, entré, y al ver la cola
archi-recontra-hiper-mega-increíblemente grande, casi que las ganas de tragar
se me fueron, pero, claro, dije casi, porque el gringo-ambiente del Mcdonalds,
que es tan especial, los rumores que circulaban en mi cabeza mientras estaba
parado de última enfrente de una vieja
pedorra con cara de foca autista, y que las hamburguesas de Mcdonalds estaban
hechas de pito de morza, y que si las papas estaban rematadas con sudor de
perro diabético, o incluso, el peor, y que supuestamente arriba, en el techo de
cada Mcdonalds hay un gimnasio escondido, y que la plancha principal de
hamburguesas tenía un ducto que daba al piso del gimnasio, y que además, todo
el sudor y la grasa que soltaban los gordos diabéticos era absorbida por el
ducto y con eso fríen las hamburguesas, claro, todas esas pajas mentales que
masturbaban a diario la hiperactiva imaginación de la sociedad no me afectaba,
y las todo-poderosas ondas autistas que salían de la antena con cara de Ronald
Mcdonald que estaba afuera me protegía, además de que por poco me toman por
espía de Wendys por andarle tomando
fotos al muñeco de Ronald Mcdonald que estaba sentado afuera, y por haberle
metido el pajaso a una niñita de que los juguetes que vienen en la cajita feliz
se mueven en la noche.
Hasta que al fin llegó el momento de escoger la orden, así que después de haber
jodido un poquito en el local y de haberle dicho a un niño que en la zona de
juegos había un pañal sucio en alguno de los túneles, pero bueno, cuando me
llegó la hora de oír la típica misa de los Mcdonalds, hablada como si fuera
húngaro antiguo, a la velocidad de 50 masturbadas de mono por segundo, nada más
lo que hice fue:
Mengana Josefina de Tal: ahbsahjab asjknab
ahsbdjknab ashdasjkfbnsbsa
Yo: EEmmh, si, hemm, todo mediano.
Mengana Josefina de Tal: oiqej ufuhfuwnfui
uyiuabidDUIBDIA asnansi
Yo:
disculpe
Mengana Josefina de Tal: si, en que puedo
auyudarle
Yo: ¿aquí venden pizzas?
Mengana Josefina de Tal: hemm, me temo que no,
señor
Yo: aaahh, y otra pegunta ¿aquí venden sopa?
Mengana Josefina de Tal: tampoco señor.
Yo: y, otra pregunta, la última, ¿tienen un
estándar de colesterol?
Mengana Josefina de Tal: no lo sé señor
Yo: aaa,
y de por casualidad ¿no tendrás algún pariente diabético?
Mengana Josefina de Tal: señor, hay más
personas atrás de usted
Yo: y eso lo sé perfectamente, y otra cosa, ¿es
verdad que la carne la sacan de fetos de vacas autistas?
Mengana Josefina de Tal: señor, aquí tiene su
comida, y por algo se llama comida
rápida, coma, y váyase, ¿estámos?
Yo: bueeeeno, gracias!, ha y una cosa más
acerca del local, (ella me mira con cara de retrasada), ¿Cuánto cuesta la suscripción
para el gimnasio de arriba?
Mengana Josefina de Tal: sabe que, hable con
el gerente (en eso empieza a atender a otra persona)
A partir de este momento, de dirigirme a mi mesa, y sentarme a comer,
al llegar a una disponible, algo raro, sucede, resulta que un mocoso pigmeo
llega corriendo tirando a mi mesa, MI, mesa, llega y lanza con su fuerza nivel
chucky un muñeco deforme de spiderman a mi bandeja, pasa que parte de las papas
salen volando y los potecitos kétchup salen disparados hacia el vidrio de la
ventana más cercana, en esto, el enano sin vergüenza corre esta vez hacia mí
directamente y, adivinen, me muerde una pierna como si fuera uno de sus
mugrientos e inmundos juguetes autistas, luego de separar a esa sanguijuela
malformada chupasangre, aparece, creo yo, su responsable, una vieja con cara de
moco de caballo, esta, esta, vieja, le grita al niño, Eusebio!, ven acá, en un
tono molesto y retrógrado, luego, llega unos pasos más cerca, claro no tan
cerca, no permitiría que violase mi círculo de seguridad anti-fetos, ella,
comienza a gritarme a mi también, pero dice algo, no se, rarísimo, decía y que,
“ábreme, ábreme, aaaaaahhhhhh”, así que hice lo que mejor sabía hacer en ese
momento, levantarme de mi silla, he irme caminando de espaldas a la puerta, hasta irme a mi casa, y finalmente,
volver a mi habitación y mi computadora, y reflexionar viendo hacia el techo
con la pipa del abuelo que nunca conocí entre mis manos, y pensar:
“¿qué, coño, fue, eso?”
Bueno,
hasta aquí el post de hoy, por favor, compártelo, dale like, comenta, y puntúa
coño, hasta la próxima!