martes, 23 de abril de 2013

Lluyin y su mágica aventura cap.2


                             Lluyin y su mágica aventura

                                                                 Cap.2

    VII
    El Sol le abofeataba la cara a Lluyin, las gotas de sudor, le recorrían el cuerpo como arroyos hediondos, le molestaban como bolsas calientes de mercado sus bolas mal acomodadas, si, había empezado el entrenamiento de Lluyin, gritaba groserías a más no poder y estaba más jodido que tortuga con pelo, su postura, bueno, solo digamos que estaba en una posición incómoda, lo suficientemente, como para que te rasques con tus dientes.
    El viejo le gritaba como el líder de pits de meteoro, ese viejo con bigote que se le alborotaba como si le picase, sus gritos, calumnias sonoras que pululaban como herida sangrante, solo que éstas, eran jodidamente molestas, podrían hacer irritarle el culo hasta una piedra, así de coño de madre era el viejo, un absoluto cabeza de pija, que le arruinaba los días a Lluyin, a veces, parecía que el viejo se limpiara el culo con una lija, una de 30.
    Hasta ya entrado el crepúsculo del día, Lluyin entrenaba, como un burro, con cinco gordos de gimnasio encima, aunque claro, habían momentos de libertad para el viejo y éste se, bueno, hemm, se montaba como un niño de cuatro años sobre la espalda de Lluyin, y eso, bueno, causaba que Lluyin le mentara la madre el doble de lo normal al viejo, así que el entrenamiento, o al menos según el viejo, se volvía más "lúdico", en otras palabras, más divertido.
    Y así transcurrieron los días, pasaron y pasaron, hasta que al fin, Lluyin, al fin, llegó a la mitad del entrenamiento, si, lo se, pero al menos esa mitad le había rendido frutos, le había rendido fortaleza, capacidad, mentalidad, y también, agilidad mental, pero una bien específica, porque todos los días o al menos los que el viejo no se iba a comer sandwiches gourmet en la tienda de la esquina, el viejo le enseñaba a Lluyin "Ciencias de la magia de Imaginalia", se las enseñaba con bastante disciplina y forma académica, pero, ésta forma de magia, bueno, tenía algo específico, muy peculiar, ya que la magia, en especial, se tenía que invocar con palabras, pero no como "fus roh dah", no, un carajo que ver, porque en sí, no eran palabras, eran más bien balbuceos, una especie de mordedura de labio y nalga al mismo tiempo de una diarrea termonucleica picante, algo como "ffherrftttghhhask", que significa ¡Fuego!, pero aparte, algo único tenía Lluyin, porque la normalidad de los hechizos salían por las manos, a Lluyin, bueno, le salían por el culo.
    VIII
    Claro que ésto solo pasaba al principio, porque después Lluyin fue perfeccionando ésta técnica, ahora los hechizos solo salían en forma de pedos, si, ya se lo que piensas cuando Lluyin empezó la magia, y si, limpiaban el uniforme y la ropa de entrenamiento con cloro industrial, pero coño, que esperas, un tronco pastoso en llamas o congelante no se limpia a él ni sus restos tan fácilmente.
    Así que así fue, trabajando duro todos los días, y claro, sus padres ni pendiente porque él siempre decía que iba a donde unos amigos, éstos se lo creían completito.
    IX
    Llegó, llegó el esperado y legendario día en el que el viejo le mostraría el secreto más grande de su vida a Lluyin.
    Lluyin:bueno viejo, que vaina era la que me ibas a mostrar he, ¿acaso como te haces la paja?
    Viejo:hola Lluyin, no me extraña tu saludo, bueno, creo, que como las largas sesiones que te he puesto en entrenamiento han rendido frutos, pero, infructuosamente, creo que es ora de que sepas un par de cosas, un par de cosas realmente importantes y sin par, que serán base para tu vida, de no sólo de guerrero, sino de aventurero.
    Lluyin: ... (pone cara de retrasado mental con un apagón en las neuronas y una mirada pérdida, acompañada de una sacadera de mocos continua acatarrante).
    Viejo:la primera, es algo de lo más único, es nada más y nada menos, que mi nombre.
  Ésta última frase dejó fulminado a Lluyin, en su cara cuerpo y mente,porque lucía recién despertado al oír ésto, aparte que dejaría una marca en él, porque siempre llamó al viejo, viejo.
    Viejo:bien, estás listo
    Lluyin asintió com la cabeza acompañado de un leve y agudo sonido de afirmación.
    Viejo:bién, mi nombre, es ¡Feófulis!
    No pasaron cinco segundos, cuando, Lluyin se cagó encima con la risa más descojonante, brava, brutal, descomunal, y colosal que alguna vez habría asolado el ahora flojo vientre de Lluyin, además él mismo sentía que del estómago se le salía el tripero a escopetazos digno de una cagasón épica de narracíon.
    X
    Lluyin: (hablando entrecortadamente en intervalos de carcajadas) coño viejo, verga, coño no aguanto
    El viejo con una cara de asombro y de incomprensión con una contextura de piedra.
    Lluyin: mierda, que mala leche, verga, que mala leche
    Feófulis: hay, como si "Lllllllsshhslslllluuuuuuuyyyyysyshshshsyinnn" fuese un bonito nombre, enano abusador, no joda, maricón
    Lluyin:verga no te enojes "Fffffehoofulissssssss", no es para tanto, nada más que tu nombre da risa, eso es todo viejo diurético
    La cara de Feófulis se hinchaba y coloraba como un tomate, casi lucía que su calva cabeza iría a estallar en una legionaria, bergataria y despampanante explosión de vapor de agua para té, al parecer, si se había molestado esta vez en serio el viejo, también, al parecer, Lluyin la había cagado.
    Al rato cuando todo se había calmado, el viejo le explicó algo muy importante a Lluyin, algo de suma gravidez y valor.
    Feófulis  Estaba cocinando canelones de ricotta, se olían los tomates hervir, se ligaban en un tango pervertido los olores y sabores que se menearían en el estomago de cualquiera en su hora de esplendor, el almuerzo, el viejo había llamado a Lluyin a que viniera a comer, éste al oír dicha frase, vino corriendo a ver a Feofulis, aparte, algo que había brotado (difícilmente) del corazón del muchacho, fue, que le había agarrado cariño al viejo, por muy mala leche que fuesen los dos, uno con el otro, el chico le había crecido apego de amistad al vejestorio aquel.
    Al estar ambos en la mesa, se miraron el uno al otro, casi con impaciencia, mientras tragaban a bocanadas los trozos de delicia que eran los canelones, la ricotta se le salía por una comisura de la boca a Lluyin mientras a Feófulis le pasaba más o menos los mismo con la carne molida, ambos se miraban incluso con odio y hasta rabia que se desataba como perros salvajes de el señor Burns, hasta que el silencio se disipó y brilló por su ausencia cuando Feófulis habló, a ésto lo anticipó una atragantada, tos y golpes en el pecho, como si hubiese tragado una barra de mantequilla, al final de ésta parafernalia de preparativos moribundos y enfermos, al fin, el viejo comenzó a hablar.
    Feófulis: (limpiándose la boca con una servilleta de tela con un gordo dibujado) escucha chico, hace tiempo te estoy entrenando y no, y no te he mostrado nada de esa aventura de la que tanto te he hablado, y básicamente
    Lluyin: (lo interrumpe vorazmente)  coño lo sé, no soy retrasado mental como tú viejo cascarrabias
    Feófulis: ¡coño!, básicamente en la tarde te voy a mostrar de que se trata todo éste rollo, justo ahora en ésta misma tarde te mostraré de tooooodo de lo que estoy hablando
    Lluyin había puesto su plato en el fregadero como acostumbraba y se fue al patio trasero como solía hacer en las tardes a estudiar y practicar las artes mágicas, claro, sabiendo de antemano que se le helaría, electrocutaría o quemaría el culo, como, para al menos él, era lo más común, simple, vulgar y silvestre que los caracterizaban a él en lo que concierne a las artes mágicas, siempre con un ejemplar de un libro que, según el viejo, había utilizado hace muchos años.
    Pasó el rato y el viejo entraba al patio trasero con cara y postura de haber descansado y satisfacción de un logro, como lo era, haberse hecho una excelente paja, una bergataria y con la suficiente fuerza estrepitosa de los pedos de un camionero, ahí se quedó, mira do el cielo con cierto aire de grandeza y en buena parte, un ligero roce de duda que se dibujaba en su rostro, fue en ese momento, cuando le tocó el hombro al muchacho y ambos se sentaron en un par de butacas enfrentadas una a la otra, fue ahí cuando empezó, de verdad, el secreto de, dos cosas, el pasado de Feófulis, y, la gran y épica, mágica aventura de Lluyin, que arroparía al mismo, más adelante.

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