jueves, 28 de noviembre de 2013

Las Desventuras de Valor cap.4



       Saben, algo que quería que supiesen mis lectores es una característica mia y es la mala leche.

    
       

        En el episodio de hoy (música de Superman de los años 40’s)

       
        El otro día, una vieja me gritó en un Mcdonald’s

     
          
          Así es amig@s, todo empezó cuando estaba viendo en mi cuarto a unas hormigas saqueando pedazos de yogurt de un envase, es ahí cuando un atisbo, un frenesí de diarrea líquida eyacula en mi mente, tengo hambre, así me levanté de mi trono de miel de avispón y fui al Mcdonald’s más cercano, porque claro, no iba a cocinarme mi propia comida, obvio que no, esa maniobra de emergencia es solo en casos extremos de crisis, pero bueno, mi historia en este cagolitroso capítulo de mi vida las cosas empezaron así, yo acababa de llegar a un Mcdonald’s cercano a mi casa, entré, y al ver la cola archi-recontra-hiper-mega-increíblemente grande, casi que las ganas de tragar se me fueron, pero, claro, dije casi, porque el gringo-ambiente del Mcdonalds, que es tan especial, los rumores que circulaban en mi cabeza mientras estaba parado de última enfrente  de una vieja pedorra con cara de foca autista, y que las hamburguesas de Mcdonalds estaban hechas de pito de morza, y que si las papas estaban rematadas con sudor de perro diabético, o incluso, el peor, y que supuestamente arriba, en el techo de cada Mcdonalds hay un gimnasio escondido, y que la plancha principal de hamburguesas tenía un ducto que daba al piso del gimnasio, y que además, todo el sudor y la grasa que soltaban los gordos diabéticos era absorbida por el ducto y con eso fríen las hamburguesas, claro, todas esas pajas mentales que masturbaban a diario la hiperactiva imaginación de la sociedad no me afectaba, y las todo-poderosas ondas autistas que salían de la antena con cara de Ronald Mcdonald que estaba afuera me protegía, además de que por poco me toman por espía de  Wendys por andarle tomando fotos al muñeco de Ronald Mcdonald que estaba sentado afuera, y por haberle metido el pajaso a una niñita de que los juguetes que vienen en la cajita feliz se mueven en la noche.
   
               Hasta que al fin llegó el momento de  escoger la orden, así que después de haber jodido un poquito en el local y de haberle dicho a un niño que en la zona de juegos había un pañal sucio en alguno de los túneles, pero bueno, cuando me llegó la hora de oír la típica misa de los Mcdonalds, hablada como si fuera húngaro antiguo, a la velocidad de 50 masturbadas de mono por segundo, nada más lo que hice fue:

       

      Mengana Josefina de Tal: ahbsahjab asjknab ahsbdjknab ashdasjkfbnsbsa
   
    

        Yo: EEmmh, si, hemm, todo mediano.

    

        Mengana Josefina de Tal: oiqej ufuhfuwnfui uyiuabidDUIBDIA asnansi

     

        Yo: disculpe
  
      

        Mengana Josefina de Tal: si, en que puedo auyudarle

     

       Yo: ¿aquí venden pizzas?

     

       Mengana Josefina de Tal: hemm, me temo que no, señor

     
        
        Yo: aaahh, y otra pegunta ¿aquí venden sopa?
   
     
        
        Mengana Josefina de Tal: tampoco señor.

     
        
        Yo: y, otra pregunta, la última, ¿tienen un estándar de colesterol?

      

       Mengana Josefina de Tal: no lo sé señor

     

       Yo: aaa, y de por casualidad ¿no tendrás algún pariente diabético?

    
       Mengana Josefina de Tal: señor, hay más personas atrás de usted

    
      Yo: y eso lo sé perfectamente, y otra cosa, ¿es verdad que la carne la sacan de fetos de vacas autistas?

    

      Mengana Josefina de Tal: señor, aquí tiene su comida,  y por algo se llama comida rápida, coma, y váyase,  ¿estámos?

    

      Yo: bueeeeno, gracias!, ha y una cosa más acerca del local, (ella me mira con cara de retrasada), ¿Cuánto cuesta la suscripción para el gimnasio de arriba?

    
     Mengana Josefina de Tal: sabe que, hable con el gerente (en eso empieza a atender a otra persona)

   

         A partir de este momento,  de dirigirme a mi mesa, y sentarme a comer, al llegar a una disponible, algo raro, sucede, resulta que un mocoso pigmeo llega corriendo tirando a mi mesa, MI, mesa, llega y lanza con su fuerza nivel chucky un muñeco deforme de spiderman a mi bandeja, pasa que parte de las papas salen volando y los potecitos kétchup salen disparados hacia el vidrio de la ventana más cercana, en esto, el enano sin vergüenza corre esta vez hacia mí directamente y, adivinen, me muerde una pierna como si fuera uno de sus mugrientos e inmundos juguetes autistas, luego de separar a esa sanguijuela malformada chupasangre, aparece, creo yo, su responsable, una vieja con cara de moco de caballo, esta, esta, vieja, le grita al niño, Eusebio!, ven acá, en un tono molesto y retrógrado, luego, llega unos pasos más cerca, claro no tan cerca, no permitiría que violase mi círculo de seguridad anti-fetos, ella, comienza a gritarme a mi también, pero dice algo, no se, rarísimo, decía y que, “ábreme, ábreme, aaaaaahhhhhh”, así que hice lo que mejor sabía hacer en ese momento, levantarme de mi silla, he irme caminando de espaldas a la  puerta, hasta irme a mi casa, y finalmente, volver a mi habitación y mi computadora, y reflexionar viendo hacia el techo con la pipa del abuelo que nunca conocí entre mis manos, y pensar:
    
         “¿qué, coño, fue, eso?”  

     

     Bueno, hasta aquí el post de hoy, por favor, compártelo, dale like, comenta, y puntúa coño, hasta la próxima!

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